El fin de semana pasado hice por primera vez el pedaleo a Lo Vasquez, sin ningún interés religioso (al igual que un gran número de los participantes), sino aprovechando la oportunidad única de que cierren 120 kilómetros de autopista interurbana para uso exclusivo de bicicletas y peatones.
Es impresionante la cantidad de gente que va pedaleando (30’000 según algunas estimaciones, pero no me sorprendería que fueran mucho más) y su diversidad. Desde ciclistas “pro” con bicis caras hasta los que se nota que era primera vez en años que se subían a una bici. Es, y se siente, como una gran fiesta: todos juntos tratando de lograr la proeza de recorrer una gran distancia, todos llegando al mismo lugar y algunos (como yo) llegando un poco más allá. Una gran experiencia en lo personal, sobretodo si se hace con buena compañia, como felizmente fue mi caso.



Mientras pedaleaba me di cuenta además del tremendo potencial turístico que tiene esta ruta. Si hubiera un camino para bicis y peatones uniendo Santiago con Valparaiso y Viña del mar, pasando por lugares atractivos como Curacaví, Casablanca (con sus viñas) y Peñuelas, se podría activar una ruta ciclo-turística basada en el vino y el patrimonio, similar a otras que se ven alrededor del mundo, bastante exitosas y que contribuyen de forma muy positiva a las economías locales.
Tema aparte es la complejidad logística de tratar de volver desde Viña a Stgo en bus con la bicicleta a cuestas (para mi fue un bus pirata el que logró el milagro, sino me quedaba atrapado allá quién sabe hasta cuando). Sorprende que las empresas de buses no vean una oportunidad de negocio en eso. Ayudaría también si hubiera un tren y uno pudiera subir las bicis, pero eso parece ser un sueño incluso más grande que el sendero ciclista.
En cualquier caso, da gusto ver a tanta gente pedaleando y ver, aunque haya que usar mucho la imaginación, el potencial cicloturista de Chile central… algo que vale la pena explorar y, eventualmente, explotar.