
Es un poco agotador que, cada vez que uno habla de la bicicleta como un medio de transporte importante que debería ser promovido, sale alguien a decirte:
- “es que Santiago no es como una ciudad Europea, es mucho más grande. Nadie iría de San Bernardo a Las Condes en bicicleta”
- “es que acá no hay cultura ciclista”
- “es que andar en bici es demasiado peligroso”
- “es que Santiago tiene mucha pendiente”
- “es que Santiago tiene mal clima para andar en bici” (esta es increíblemente mal informada y frecuente)
- …. un largo etcétera que me da lata detallar.
Cuando pasa eso (sobretodo en Tuiter) gasto muchísimo tiempo en dar (redundantes) explicaciones, así que decidí dejarlas acá, en un post “citable”. Así me ahorro un montón de texto y lo reemplazo por un hipervínculo.
Primero, ciudades que hoy son referentes de ciclismo urbano eran aún menos amistosas que Santiago con la bici hasta hace no tanto tiempo. En la postguerra un gran número de ciudades europeas sufrió el flagelo de un mal entendido modernismo que pretendía que todo el mundo se moviera en auto, lo que se reflejó en el desarrollo de su infraestructura de transporte y su forma urbana. El ejemplo más típico de esto es Amsterdam, que hace pocas décadas no tenía nada que ver con el Amsterdam que vemos hoy


Es muy recomendable ver este breve video que explica cómo los Holandeses se (re)transformaron en un país ciclista (si no habla inglés le puede poner subtítulos). Fue básicamente producto de un movimiento ciudadano que buscaba ciudades más amigables para los niños. Esto sumado a una crisis económica (la crisis del petróleo de los 70s) que generó desafíos en cuanto a consumo de energía, y sobretodo transporte, que podrían ser comparables a los que está generando la crisis climática que vivimos hoy. El desvío de prioridad hacia el automóvil en Amsterdam y otras ciudades similares no es muy distinto a lo que ha ocurrido con muchas ciudades latinoamericanas, incluida Santiago, en los últimos 20 años. La diferencia es que los Holandeses (los niños en gran parte!) hicieron algo al respecto. El resultado habla por si mismo (nosotros todavía estamos a tiempo de imitarlos).
Hay un contra-argumento típico frente a lo anterior y se refiere al tamaño de ciudades donde la bici es intensamente utilizada, como Amsterdam y Copenhague. Que sean más chicas (equivalentes a dos o tres comunas grandes de Santiago) sin duda hace más factible el cruzarlas de un extremo al otro. Sin embargo, como explicaré más adelante, nadie espera que la gente cruce de un extremo al otro una ciudad como Santiago. Además, en países relativamente pequeños como Holanda es muy común vivir en una ciudad y trabajar en otra, separadas por distancias mayores que la distancia máxima entre comunas de Santiago, conformando pseudo areas urbanas funcionales que son muy grandes en superficie. Esto muchas veces implica combinar tren para las distancias largas con bicicleta para la primera o última milla. No por nada el (muy impresionante) estacionamiento de bicicletas más grande del mundo está en la estación central de trenes de una ciudad holandesa (Utrecht). Entonces el tema del tamaño de la ciudad no debería ser excusa, lo que nos falta es intermodalidad, un sistema de transporte público que esté bien complementado por una buena red de ciclovías, estacionamientos seguros y un sistema de bicicletas públicas accesible a todo el mundo (ojalá tarifariamente integrado).
El argumento de la pendiente es ridículo y cualquiera que pedalee en Santiago va a estar de acuerdo conmigo. Con la excepción de algunos pocos cerros y la precordillera, Santiago es prácticamente plano.
Lo del clima también es ridículo. Nuestro invierno trae un frío amateur que ni se compara al de Holanda o Dinamarca. Además acá no tenemos nieve y apenas llueve. Por otro lado, nuestros veranos son de temperaturas más bien altas, pero el clima seco hace que el calor sea muy soportable, sobretodo arriba de una bici donde el viento te refresca.

Lo del peligro es cierto, pero es bien sabido que esto es un problema con solución. Es también bien sabido que mientras más viajes en bicicleta hay en una ciudad, menor es la probabilidad de sufrir un accidente al andar en bicicleta. Además, la bicicleta está lejos de ser el modo de transporte más peligroso. La moto es por lejos lo más peligroso (corrigiendo por km recorrido), seguido de la caminata (¿por qué será entonces que nuestras autoridades exigen casco a ciclistas pero no a peatones?).

Respecto a las distancias, es posiblemente el único argumento razonable, pero está mal construido. NADIE pretende que TODO el mundo se mueva en bicicleta ni que viajen distancias demasiado largas. Es bien cansador cuando vienen con el argumento falaz de que en Santiago no se puede andar en bici porque Puente Alto queda muy lejos de Las Condes. Lo que se pide es que se generen las condiciones para que los viajes que se podrían hacer en bicicleta (o incluso caminado) se hagan en bicicleta (o caminando) en vez de en auto. Si uno mira las estadísticas hay una cantidad ridícula de viajes en auto que son muy cortos… y no se trata de que todos esos viajes se hagan en bicicleta, sino que sólo una fracción, lo que beneficiaría a mucha gente, incluidos los que sigan andando en auto (por la reducción en congestión que esto implicaría).

Lo que sí se pide, y es razonable, es que planifiquemos nuestras ciudades para que sean más compactas, acercando así orígenes a destinos y aumentando la posibilidad de realizar esos viajes en bicicleta, caminando o en transporte público. También que la inversión en infraestructura y distribución del espacio vial no sea sesgada, privilegiando de manera injusta e ineficiente al automóvil. Pero, por mientras, igual hay muchos viajes cortos con potencial de cambio modal.
Por otro lado, las distancias que se pedalean actualmente en Santiago no son demasiado diferentes a las de, por ejemplo, las ciudades Danesas (con la diferencia de que el número absoluto de viajes allá es mucho más grande), como se puede ver abajo:


Todo esto me lleva, al fin, a la idea original de este post. Hablar de mi (muy anecdótica pero no por eso inválida) experiencia personal. Yo tengo el privilegio de vivir a exactamente 7 minutos caminando de una estación de metro (Metro Bilbao) y, a veces, me voy en metro al trabajo, pero el 98% de las veces lo hago en bici. Ahora, como tengo nombramiento en dos unidades académicas diferentes de la UC, tengo dos oficinas: una en el campus San Joaquín (a 10 km de mi casa) y otra en el campus Lo Contador (a 4 km de mi casa). Mi tiempo de viaje en bicicleta (puerta a puerta) a San Joaquín es de 35-40 minutos (dependiendo de mi ánimo y los semáforos). El mismo viaje en metro me toma 40-45 minutos (mi oficina está a 400 metros del metro). Para Lo Contador, que es más cercano, es incluso peor: el viaje en bici demora 15-20 minutos mientras que el viaje en metro demora 27-30 minutos (par no ser injustos con el transporte público, es probable que me demore menos en bus, pero nunca lo he intentado).
¿Para qué cuento todo esto? Para mostrar que no se requiere ser un atleta (estoy lejos de serlo, mi índice de masa corporal es de 29.4, borderline obeso) para pedalear distancias más o menos largas en la ciudad. Para mostrar también que, a pesar de no moverme demasiado rápido (apenas transpiro al pedalear), es probablemente el medio de transporte más rápido para mi par origen-destino, a pesar de tener metro muy cerca tanto de mi casa como de mis oficinas… y para contar que todo lo anterior me hace muy feliz. No cambio el moverme en bici por nada en el mundo (de hecho como que me deprimo cuando me veo forzado a dejar de hacerlo por algunos días).
No le pediría a nadie que se moviera como yo. Pero si invitaría a quienes estén dispuestos, a reflexionar sobre sus hábitos de movilidad y cómo estos nos afectan a nosotros mismos y a nuestro planeta. Mi punto es que Santiago es una gran ciudad para pedalear… y hay que aprovecharla.
No por nada Santiago tiene una partición modal de la bicicleta bastante alta en términos relativos. Comparable a la de ciudades como Nueva York o Londres, que han sido mucho más agresivas en sus programas de inversión en infra ciclista y no han tenido miedo de quitar espacio al auto en la calle. El hecho de que Santiago tenga tantos ciclistas, a pesar de las malas condiciones, es un indicador de que tenemos una excelente ciudad para pedalear… un diamante en bruto que sólo necesita ser pulido.
Maravilloso. Y todo eso sumado a la bendita multimodalidad, muchos viajes pueden hacerse así. Por ejemplo en Santiago, convino bici+metro, y voy de Miguel Claro con Santa Isabel, a Los Dominicos o a barrio República, ciclovía aparcando en Manuel Montt . A veces voy en automóvil porque amablemente me llevan, y me demoro más en auto (además de contaminar, gastar más energía y ser más sedentario). danke por el post.
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