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¿Fin del Transantiago?

Hace unos días el subsecretario de Transporte publicó una columna en el mercurio (ver abajo) donde plantea que hacer más kilómetros de Metro (algo claramente positivo) es equivalente al “fin del Transantiago”, insinuando que es posible tener un sistema de transporte público unimodal (basado sólo en metro) con los buses como una simple “red complementaria”. Esto claramente denota cierta falta de comprensión sobre cómo funcionan los sistemas de transporte público, aunque lo más probable es que el subsecretario haya sido asesorado por los mismos lobbystas que ya han argumentado con esta falacia en el pasado (y que hoy están de una manera u otra,  medio anquilosados en el aparato público)

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Con algunos colegas escribimos una respuesta, que salió publicada hoy en El Mercurio pero que, por un tema de espacio, resume varias cosas y no se lee tan bien, razón por la que comparto una versión menos “recortada” acá:

Señor Director,

La reciente columna del Subsecretario Domínguez revela un mal entendido importante sobre el transporte colectivo urbano. No hay casos en el mundo basados exclusivamente en sistemas ferroviarios, dada su limitada flexibilidad operacional. En todas partes los buses y otros modos de acercamiento juegan un rol vital, y su adecuada integración con Metros y ferrocarriles de cercanías, es clave para ofrecer un servicio conveniente para sus usuarios. Además, el objetivo que plantea el Subsecretario, que en el año 2026 y tras una inversión sustancial, el 70% de la población esté a menos de 700 m de una estación de Metro, no es un buen objetivo, pues los sistemas de transporte colectivo deben estar mucho más cerca de los habitantes. De hecho, la masificación del Metro de Santiago solo ocurrió cuando se integró con los buses en 2007.

El Metro es una compañía estatal de la que todos estamos orgullosos y ha sido, desde el inicio, la columna vertebral del sistema integrado de transporte de la ciudad. En los ya 12 años de Transantiago se ha invertido mucho en mejorar y extender el Metro, que es su componente más atractiva. Pero se ha postergado la necesaria inversión en la componente más extensa y masiva (operada por empresarios privados), los buses, impidiendo que se acerquen en calidad al Metro. Los beneficios de invertir en ambos sistemas son evidentes. Por ejemplo, la velocidad de operación en pistas segregadas para buses se acerca a la de la Línea 1 del Metro y también aumenta la confiabilidad del servicio, que es muy valorada por los usuarios. Adicionalmente, la existencia de un sistema de buses confiable permite ofrecer resiliencia al sistema cada vez que Metro enfrenta un problema que obliga a detener su operación. Una red de buses bien articulada permite desahogar al Metro, mejorando la experiencia de viaje, atrayendo de paso a más usuarios del automóvil.

La batalla por la sustentabilidad urbana, no es una confrontación entre Metro y buses, sino justamente lo contrario, ya que ambos son elementos clave de un sistema integrado. El verdadero obstáculo a la sustentabilidad son los autos, que congestionan y contaminan más que los restantes modos. Un desafío es también integrar a las bicicletas, que en viajes de 7 km o menos – la mayoría en Santiago- no tienen competidores. También es necesario desincentivar el uso de motocicletas, que son el medio de transporte más inseguro y muy contaminante. Finalmente, se debe luchar por espacios públicos más amables y a escala humana, muy debilitados por el uso del auto que impide que se constituyan en gratos puntos de encuentro. Todo esto requiere entender bien este problema, que se ha definido correctamente como un “problema retorcido en complejidad organizada”, y que no admite soluciones triviales.

La integración entre buses y Metro, en Santiago, ha permitido justificar socialmente las nuevas líneas, pero sería irresponsable construir otras sin una adecuada evaluación social que justifique la cuantiosa inversión requerida. Para mejorar lo que falta del sistema, se debe considerar también corredores de buses de excelente calidad, tal como lo hacen muchas ciudades del mundo, con una inversión sustancialmente menor. En un país con tantos requerimientos sociales en Educación, Vivienda, Salud, etc., y también con una fuerte necesidad de transporte de calidad en regiones, esta nos parece una variable clave del problema.

Ricardo Giesen, Ricardo Hurtubia, Juan Carlos Muñoz y Juan de Dios Ortúzar

Departamento de Ingeniería de Transporte y Logística

Pontificia Universidad Católica de Chile

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¿Ciclovías por calzada o acera?

Hace unos días apareció la carta de la imagen en El Mercurio (también se puede leer acá). La respondí con el texto que aparece más abajo y que publico acá pues creo que es razonable pensar (pasados ya dos días) que el director decidió no publicarme.

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Señor Director

Francisco Fresard argumenta en su carta que se necesita de infraestructura segura para la bicicleta, cosa con la que es imposible estar en desacuerdo. Sin embargo, continúa diciendo que ciclovías a nivel de la acera (o vereda), como la propuesta por el Alcalde Lavín para Apoquindo, serían preferibles a las que van a nivel calzada, como la propuesta por la Alcaldesa Matthei para Eliodoro Yañez.

Si bien es cierto que la segregación aumenta la seguridad en este tipo de infraestructura, no hay evidencia que indique que, cuando la segregación es adecuada, sea preferible hacer ciclovías por la acera a hacerlo por la calzada. Sin embargo, si existe evidencia de que los accidentes con bicicletas ocurren principalmente en las intersecciones y que, por lo mismo, el diseño de los cruces es clave. Es sabido que es mucho más fácil y de bajo costo resolver el problema de las intersecciones cuando la ciclovía va por la calzada (además de resultar en diseños más intuitivos para los usuarios). Adicionalmente, resulta mucho más costoso hacer ciclovías por las aceras, las que habitualmente requerirán pavimentos nuevos y la remoción de elementos como postes y señales.

Hay un número considerable y creciente de ciclistas en nuestras ciudades, que pedalean actualmente en condiciones inseguras para ellos o, muchas veces, poniendo en riesgo a los peatones. La solución de tener ciclovías segregadas por la calzada no solo permitiría el tener una red abundante de ciclovías a un bajo costo, sino además tenerlas pronto. No es casualidad que muchas ciudades del primer mundo opten por este tipo de solución.

Tal vez existan diseños mejores pero, dada la realidad de nuestras ciudades y calles, muchos de esos diseños ideales serán infactibles o muy costosos. Dado que lo que está en juego es la seguridad de peatones y ciclistas, es insostenible el no tener infraestructura mínima con una cobertura adecuada. Muchas veces lo perfecto es enemigo de lo bueno.

Ciclovía de Eliodoro Yañez*

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foto de Tomás Echiburu

La SEREMI de Transporte acaba de rechazar una propuesta de la Municipalidad de Providencia para implementar una ciclobanda por Eliodoro Yañez, que requería reducir el ancho de las actuales cuatro pistas para autos. La experiencia internacional muestra que este tipo de intervención es muy beneficiosa pues, además de dar un espacio a la bicicleta e inducir a un mayor uso de esta, fuerza a los autos a disminuir su velocidad, lo que va en línea con la reciente reducción de la velocidad máxima a 50 km/h. Adicionalmente, esto prácticamente eliminaría a los ciclistas de vereda, acabando con uno de los principales problemas de la convivencia vial.

La SEREMI argumenta que la propuesta es insegura pero, en nuestra realidad local y en particular en la Avenida Eliodoro Yañez, cualquier espacio segregado para la bicicleta será más seguro que la situación actual, en que ciclistas deben moverse entre autos que circulan a alta velocidad, y que los adelantan muchas veces a escasos centímetros.

El diseño propuesto, a pesar de ser un poco ajustado en alguno de sus tramos, es similar a lo que se observa en calles de muchas ciudades del mundo que son consideradas referentes de modernidad y movilidad sostenible. Si bien lo ideal sería eliminar una pista de autos esto resulta muy complejo de implementar por sus costos políticos y técnicos, por lo que las alternativas, en el corto plazo al menos, se reducen a hacer lo propuesto o a no hacer nada.

Para lograr el tan necesario cambio hacia la movilidad sustentable en nuestras ciudades se requiere de una visión estratégica que permite pensar más allá del manual y de la (a veces anticuada) normativa. Seguir haciendo lo mismo que hemos venido haciendo hasta ahora difícilmente permitirá realizar los cambios que se requieren para lograr una mejora significativa en la calidad de vida urbana.

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*este texto se publicó como carta al director en El Mercurio

Reserva Costera Valdiviana en Bicicleta

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It is by riding a bicycle that you learn the contours of a country best, since you have to sweat up the hills and coast down them. Thus you remember them as they actually are, while in a motor car only a high hill impresses you, and you have no such accurate remembrance of country you have driven through as you gain by riding a bicycle.

Ernest Hemigway

No es poco habitual leer por ahí que Chile es el mejor país del mundo para hacer cicloturismo. Puede sonar un poco exagerado pero no es para nada inverosímil: Chile  (todavía) tiene gran parte de su territorio en un estado semi-salvaje pero con buena conectividad, además de una densidad poblacional relativamente baja. Esto, sumado a la gran cantidad de parques naturales y la diversa geografía local, hacen que sea muy fácil encontrar caminos solitarios conectando lugares increíbles. Eso hay que aprovecharlo.

Yo nunca he sido un cicloturista experto, pero algo de experiencia tengo y es algo que sin duda haría más seguido si tuviera el tiempo. En mi opinión, la velocidad de la bicicleta es la mejor para recorrer y disfrutar cualquier lugar, tal como lo explica la cita a Don Ernesto al principio de este post. La combinación de eso con la satisfacción que viene después del esfuerzo por alcanzar el destino hacen del cicloturismo una actividad gratificante y (casi) terapéutica. Después de varios años sin practicarlo, quise retomar (un poco motivado por la compra de un juguete nuevo). Lo difícil era encontrar un paseo que se pudiera hacer en el lapso de un fin de semana (para no abandonar los deberes propios de mi etapa del ciclo de la vida). Felizmente mi ilustre contraparte amorosa, además de otorgar los permisos y soporte necesarios, encontró un itinerario que se ajustaba a los requerimientos y que, más encima, se veía increíble: La Reserva Costera Valdiviana

Partí tomando bus un viernes en la noche desde Santiago (tip: TurBus cobra 5 lucas extra por llevar la bici, sujeto a disponibilidad de espacio. Los buses salon-cama o premium llevan menos pasajeros y por lo mismo suelen tener espacio para las bicis) para amanecer en la La Unión y comenzar el pedaleo con dirección Hueicolla, vía Parque Nacional Alerce Costero.

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Dia 1: La Unión – Hueicolla, 79 kms (más detalles en Strava)

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El viaje comienza por un camino pavimentado con algo de pendiente (suave) para, alrededor del kilómetro 26, transformarse en un camino de tierra en buen estado pero con algunas pendientes terroríficas. Debo decir que, a mis tiernos 40 años y dado mi estado físico digno de alguien con buena vida y poca vergüenza, la dificultad de este tramo resultó ser bastante alta (y no “media” como reportan los lolos en wikiexplora). El paisaje, sin embargo, compensa el esfuerzo con creces.

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Después de varias cumbres falsas (que rompen el espíritu), el descenso comienza alrededor del kilómetro 56. La bajada se agradece, pero es bastante técnica y lo ideal sería no hacerla apurado (como yo) para evitar sacarse la mugre. Luego de 20 km de descenso y un par más por el borde costero se llega a Hueicolla, un caserío en un playa de alto potencial turístico, pero que se mantiene de muy bajo perfil gracias a lo inaccesible que es. Ahí me alojé por un módico precio en las cabañas de la Sra Patricia (datos de contacto por interno), que además ofrece suculentos almuerzos, cenas y desayunos.

El primer día me dejó muy cansado. A pesar de que 79 kilómetro no suene a demasiado, la dificultad del camino (habían partes en que la pendiente era tan fuerte que obligaba a bajarse y empujar la bici) hace que una persona con estado físico moderado lo haga en 11 o 12 horas (unas 9 horas en movimiento y un par descansando). Felizmente no desperté molido y pude continuar sin contratiempo al día siguiente.

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Día 2: Hueicolla – Valdivia, 95 kms (más detalles en Strava)

El día 2 comienza cruzando un río (bajito, el agua llega hasta las rodillas, pero me decían que cuando hay marea alta puede llegar hasta la cintura, resulta clave tener alforjas absolutamente impermeables) y con harta subidas, aunque menos pronunciadas que las del día anterior. Acá también hay que bajarse de la bici seguido para empujarla, pero no por la pendiente sino por lo malo del camino. Todo muy bonito en todo caso… y salvaje ¡en el camino se me cruzó un pudu!

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Luego de unos 40 kilómetros se llega al pavimento, lo que se agradece. Desde ahí es un recorrido muy escénico por el borde costero hasta llegar a Corral, desde donde se toma una lancha a Niebla y luego se pedalea hasta Valdivia, donde se puede celebrar brevemente el reencuentro con la civilización y tomar (en estado de casi-desmayo) el bus hacia Santiago.

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En fin, es un paseo bastante duro (no para principiantes) pero que vale mucho la pena y realizable por cualquiera con un estado físico razonable (no excelente, que yo no tengo). Ideal también hacerlo acompañado, por lo solitario del camino y el improbable (pero altamente costoso y peligroso en esas condiciones) accidente.

Pueden ver más fotos en éste album y un par de videos de Relive acá:

Lo Vasquez

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El fin de semana pasado hice por primera vez el pedaleo a Lo Vasquez, sin ningún interés religioso (al igual que un gran número de los participantes), sino aprovechando la oportunidad única de que cierren 120 kilómetros de autopista interurbana para uso exclusivo de bicicletas y peatones.

Es impresionante la cantidad de gente que va pedaleando (30’000 según algunas estimaciones, pero no me sorprendería que fueran mucho más) y su diversidad. Desde ciclistas “pro” con bicis caras hasta los que se nota que era primera vez en años que se subían a una bici. Es, y se siente, como una gran fiesta: todos juntos tratando de lograr la proeza de recorrer una gran distancia, todos llegando al mismo lugar y algunos (como yo) llegando un poco más allá. Una gran experiencia en lo personal, sobretodo si se hace con buena compañia, como felizmente fue mi caso.

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Kilómetro 0
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Tunel Lo Prado
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Kilómetro 120

Mientras pedaleaba me di cuenta además del tremendo potencial turístico que tiene esta ruta. Si hubiera un camino para bicis y peatones uniendo Santiago con Valparaiso y Viña del mar, pasando por lugares atractivos como Curacaví, Casablanca (con sus viñas) y Peñuelas, se podría activar una ruta ciclo-turística basada en el vino y el patrimonio, similar a otras que se ven alrededor del mundo, bastante exitosas y que contribuyen de forma muy positiva a las economías locales.

Tema aparte es la complejidad logística de tratar de volver desde Viña a Stgo en bus con la bicicleta a cuestas (para mi fue un bus pirata el que logró el milagro, sino me quedaba atrapado allá quién sabe hasta cuando). Sorprende que las empresas de buses no vean una oportunidad de negocio en eso. Ayudaría también si hubiera un tren y uno pudiera subir las bicis, pero eso parece ser un sueño incluso más grande que el sendero ciclista.

En cualquier caso, da gusto ver a tanta gente pedaleando y ver, aunque haya que usar mucho la imaginación, el potencial cicloturista de Chile central… algo que vale la pena explorar y, eventualmente, explotar.