Dunning-Kruger

IMG_20190524_092956.jpgHace un par de días caminaba por un parque adyacente a una ciclovía, con mi bicicleta al lado, mientras hablaba por teléfono. Al cortar y subirme a la bici se me acerca alguien, me pide que pare, y me dice (apuntando a la horquilla de mi bici): “para la próxima te recomiendo comprar una con amortiguación….”

Quedé plop. Mi bici (en la foto de arriba) no es es la más maravillosa del universo, pero está lejos de ser mala por no tener suspensión (y eso que está diseñada para “salirse del camino”).

Le respondí (con buen tono creo yo) “Nooo, eso no conviene mucho para pedalear por la ciudad”. Él me miró con cara de que le hubiera dicho que soy un extraterrestre y dijo “¿pero cómo? ¿por qué?”. Le expliqué que la amortiguación disipa parte de la energía del pedaleo y que con ruedas grandes y buenas es suficiente, sobretodo si no voy a hacer downhill o cross-country (aunque cada vez se ve más gente haciendo eso último con horquillas rígidas). Me respondió que igual la suspensión era útil para “subir y bajar de la vereda” a lo que respondí que, al menos para mi, no era necesario subir o bajar de la vereda porque casi nunca circulo por ahí (la excepción es cuando ando con niños y siempre a muy baja velocidad y con mucho cuidado). Esto último sí que lo descolocó, fue como si le hubiera dicho que las vacas vuelan. “Ahh, pero es que es que nunca se puede andar por la calle, es muy peligroso”, dijo (o algo por el estilo). No quise seguir, me despedí y seguí mi camino.

La conversación debe haber durado menos de 30 segundos, pero me dejó pensando un buen rato. ¿Qué motiva a alguien que al parecer no sabe mucho de bicis (o de andar por la ciudad en bici al menos) a acercarse a una persona que evidentemente se mueve en bici, para explicarle que está “equivocado” y que él sabe qué le conviene más. ¿Qué lo motiva a seguir defendiendo lo que dijo a pesar de que va quedando claro que se equivocó? No tiene nada de malo el equivocarse, todos lo hacemos, muy seguido. El problema está en la incapacidad de darse cuenta (o de reconocer) eso y, sobretodo, en la preconcepción de que uno sabe mucho de un tema sobre el que, en realidad, sabe muy poco (al punto de andar por la calle ofreciendo consejos gratuitos al respecto). No creo que esta persona haya tenido malas intenciones, todo lo contrario… ni siquiera creo que haya sido pedante… al parecer pasa otra cosa.

La conversación me recordó a tuiter y otras redes sociales, donde el efecto Dunning-Kruger abunda. No es que piense que la mayoría de la gente es tonta ni nada por el estilo, pero hay muchos (demasiados en mi opinión) que opinan como si lo hicieran desde un pedestal de verdad incuestionable. Es muy posible que eso ocurra de forma genuina, especialmente cuando el opinante es alguien que está muy informado en el tema, lo que además vendrá (o debería venir) acompañado de una discusión donde abundarán los argumentos y referencias a evidencia bien documentada. Pero, al contrario, muchas veces cuando uno va a ver los otros tuits de esos individuos, te encuentras con que generalmente no hacen eso con un sólo tema, sino con muchos otros, discutiendo infinitamente y parapetados en una posición, sin cambiar su postura ni un ápice aunque les muestren evidencia que la invalida.

¿Y para qué escribo todo esto? Sólo como un recordatorio para mi mismo (y para todo el que lea y sienta que le sirve) de que siempre hay que abordar las discusiones (en la vida real y en la online) con una postura de humildad. La probabilidad de que uno esté equivocado nunca es cero y, tomando en cuenta que el efecto Dunning-Kruger es algo real, esta probabilidad podría ser mayor cuando nos sentimos muy seguros respecto a un tema sobre el que no hemos investigado lo suficiente (si a alguien nunca le ha pasado, que tire la primera piedra).

Pasa que, hoy por hoy, el “público” parece valorar una opinión más por la certeza con la que se emite que por la evidencia que la apoya. Tengo la impresión de que eso nos está llevando por un camino peligroso (y odioso). No es fácil, porque el ego es traicionero, pero cuestionarnos más a nosotros mismos nos ayudará al menos a no ser parte del problema y, con suerte, a ser parte de la solución.

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